Toma de decisiones
Continuamente estamos tomando decisiones que afectan a nuestro presente y a nuestro futuro y lo hacemos de forma automática, espontánea y eficaz.
Sin embargo, lo que sucede ante las elecciones que consideramos de mayor repercusión en nuestra vida, es que olvidamos esa simplicidad y esa conexión que se muestra tan fácil en las pequeñas decisiones del día a día.
Pero la vida es impredecible, ésa es la magia. Por muchas mediciones que hagas, tu propia impresión al tirarte a la piscina es tuya y sólo tuya, y depende de un cóctel enorme de condicionantes. Hasta que no lo hagas, no sabrás que pasa.
En estos tiempos, algunas de las lecciones básicas que debemos aprender como humanidad son el desapego y la confianza.
Es momento de dar el paso, y confiar en que el suelo aparecerá bajo tus pies. Tal vez no sea el que esperabas, pero siempre es el que necesitas.
Una de las causas mayores de ansiedad y desasosiego es la incertidumbre. Una vez tomada la decisión, la calma regresa, y para bien o para mal la suerte está echada.
¿Por qué nos enganchamos en el proceso? Si esperas tener una respuesta que satisfaga a tu mental, probablemente nunca aparezca. Podrías estar años dando vueltas a las mismas cosas sin llegar a ninguna conclusión, dando vueltas en círculos. Incluso, tras haber dado el paso, tu mente seguirá tras la otra elección que no tomaste y te encuentres muchas veces preguntándote qué hubiera pasado si.
Realmente sabemos lo que necesitamos, pero para escucharlo es necesario vaciarse.
Vaciarse de creencias, consejos, miedos y expectativas.
La vida es continua crisis. Y crisis es cambio. Y el cambio es lo único que permanece.
Pero, ¿cómo podemos conectar con esa sabiduría interna, con nuestra intuición que sabe cuál es el camino?