“Generoso-egoísta, inteligente-tonto, bueno-malo, simpático-antipático…” son opuestos, atributos que forman un círculo de 360 grados de posibilidades. Negar los que juzgamos negativo es cerrarnos a la complementariedad de los opuestos y a la necesidad de su existencia en la dinámica de la vida. No hay día sin noche, ni verano sin invierno. Todos son precisos.
Uno de los fundamentos del trabajo de Río Abierto es aceptar los opuestos que nos habitan. Así, aparece una tercera instancia más sabia y más amorosa, que da la posibilidad de reconciliarlos.
“La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal y como soy, entonces, puedo cambiar”. Carl Rogers
Cuando se observan las dinámicas de la falsa personalidad sin juicios, dejan de ser un ángulo ciego en nosotros mismos. Al poner luz en los círculos cerrados de la mecanicidad inconsciente, se abre y aparece la conciencia y la libertad de elección.
La identidad que nos libera es la que proviene de la esencia, de sabernos seres únicos, con un origen común, que venimos a servir a la vida con los dones que traemos. Esta es la identidad vivencial que buscamos en los talleres y clases de Río Abierto, la que proviene del contacto real con nuestra naturaleza verdadera, y se sustenta en lo profundamente humano que emerge en la relación con uno mismo y con los demás, en los círculos, con el potencial transformador ilimitado de la música y el movimiento.
Las idealizaciones mentales, vacías de experiencia, nos alejan de nuestra esencia y agravan la fragmentación interna causante de la insatisfacción.
Río Abierto vino a ayudarnos a cada uno de nosotros a Ser, y a construir una nueva humanidad, basada en lo que emerge cuando estamos en contacto con nuestra naturaleza profunda: la confianza, la unidad, la creatividad, la fluidez y la presencia.